Los Baños de Sol una Terapia que Cambiará Poco a Poco tu Vida.
No hace mucho tiempo fui a mi Doctor Tao, porque no me encontraba bien, no estaba centrada, estaba desubicada y pérdida y necesitaba ayuda.
Este me recomendó darme baños de sol, para volver a mí, para volver a fluir con el ritmo de la vida, para darme cuenta de la importancia del momento presente, del ahora… la importancia de la luz en la vida para poder volver a ella. Necesitaba adaptar mi biorritmo al ritmo de la vida.
Me propuse a mí misma un reto de 21 días, donde me tenía que levantar para ver amanecer e intentar ver atardecer diariamente.
21 días en los que me levantaba de noche y me iba a andar para ver amanecer, algunas veces recorría el paseo que bordea la playa, otras veces hacía el camino del Faro del Albir. Realizaba en silencio los 2,5km de ida y los 2,5km de vuelta, mientras disfrutaba del sonido del mar contra las rocas, del despertar de los pájaros, del rumor de las ramas mecidas por la brisa de la mañana….
En una auténtica soledad vivía una comunión entre la naturaleza y yo, notaba cómo poco a poco, partiendo de la absoluta oscuridad iba aclarándose el día y la luz se abría paso llegando a su máximo esplendor a mi llegada al faro; momento en el que empezaba a salir una bola de fuego naranja de en medio del mar. Ese hermoso sol, os prometo que cada día intentaba retener y sentir en mi piel la maravillosa luz de ese momento y os puedo decir, que más de una vez, una lágrima recorrió mi mejilla de la emoción. Ese sol, esa luz, esa atmósfera me limpiaba y me hacía renacer, me conectaba con mi esencia, luego meditaba unos minutos y volvía a deshacer el camino de vuelta con otra energía.
Al atardecer hacía lo mismo, intentaba ver desde alguna terraza o mirador, como el sol se ponía entre los imponentes rascacielos de Benidorm. Sentía la luz y me daba la cuenta de la suerte de estar vivo, de que cada día es distinto, de la belleza del mundo en el que vivimos y de la importancia de vivir como «las gallinas», de empezar a vivir a la salida del sol y de recogernos a su puesta. Eso, es lo que el hombre lleva haciendo desde la antigüedad y es lo que nuestro biorritmo necesita.
Durante más de 21 días continuados me dediqué a hacer Helioterapia, a ver salir el sol. A sentir cómo cada día era distinto, cómo la naturaleza me hacía un nuevo y sorprendente regalo, observar los cambios del sol, de la luz, de su posición… tomarme unos minutos para sentarme tranquilamente al sol y notar la placentera sensación de este en mi piel; estar en contacto con los distintos elementos, el sol, el aire, la tierra y el agua me iba reconfortando.
Poco a poco empecé, sin darme cuenta, a sentirme mejor, mi depresión disminuyó, cada vez me sentía más serena, los ritmos de mi organismo se estaban regulando, mi circulación mejoraba, mi vitalidad aumentaba, así como mi capacidad de concentración. Volvía poco a poco a la vida.
Se dice que los baños de sol activan las funciones metabólicas, incrementan la estimulación de las glándulas endocrinas, particularmente la tiroides y las glándulas sexuales, y estimulan la musculatura sin hacer ejercicio. Esto no es que lo diga yo, ya desde la antigua Grecia se conocían los beneficios de los baños de sol. Después la capacidad terapéutica del sol es avalada por el naturópata Arnold Rikli padre de la Helioterapia moderna que decía “No hay salud sin sol”.
Los baños de luz, no debes hacerlos solamente cuando estás de vacaciones en alguna isla y disfrutar de algún que otro atardecer… estos baños solares son eventos diarios, muy distintos que son todo un espectáculo y un privilegio, además no cuestan dinero y lo puedes realizar los 365 días del año.
Estos baños de luz me ayudaron mucho, y me sirvieron para volver a sintonizar la frecuencia de la vida en mi cuerpo.
Tras mis 21 días de sol, he tratado de mantener el hábito, también descubrí un grupo de gente maravillosa que quedaba los sábados para ver amanecer, e incluso de vez en cuando algunos familiares y amigos se unían a mí y me acompañaban en mi cromoterapia natural, observando como el azul profundo de la noche abría paso a una gran gama de colores, que poco a poco iría ejerciendo una dulce y sanadora acción sobre nosotros.
¿Lo has probado?
¿Te animas a la ver amanecer?
Te escucho.