La Sirena de un Millón de Dólares: entrevista con Esther Williams
Una gran verja de forja nos abre paso hasta la vivienda de estilo colonial español que Esther Williams tiene en California. Su espectacular Rolls Royce situado en la entrada de la casa nos da la bienvenida.
Reconozco que me siento nerviosa, casi no puedo creer que vaya a conocerla. Tomo aire, llamo a la puerta de madera y María su empleada nos recibe para darnos la bienvenida y acompañarnos al salón.
La sala es cálida con mucha luz. Muebles de madera, una chimenea de mármol en el centro de la estancia, cuadros de paisajes en las paredes y multitud de fotografías nos recuerdan la historia de su vida.
Tras esperar unos 15 minutos aparece en escena ella, con su halo angelical y su carisma habitual, recibiéndonos con su eterna sonrisa. Han pasado los años pero sigue siendo toda una belleza.
Esther Jane Williams y yo tomamos asiento en sendos sofás tapizados con tela de rayas Jacquard Biedermeier en tonos crema y mostaza a conjunto con las cortinas. Lleva el pelo recogido en un moño, su piel es blanca, sus ojos chispeantes y su sonrisa color carmín sigue igual de luminosa que siempre; viste un elegante traje de chaqueta color coral y luce perlas en orejas y cuello, no podría ser de otra forma siendo la reina de los mares.
Sus movimientos, su forma de hablar, son pausados, serenos, femeninos y muy elegantes, aún con 91 años, es extremadamente bella. En ese momento pienso que si a Ava Garner le otorgaron el distintivo del animal más bello de la tierra, a Esther le deberían haber dado el del animal más bello de los mares, porque realmente su presencia es apabullante.
No puedo creer que esté sentada frente a ella a tan pocos metros de distancia, nunca lo hubiera imaginado cuando veía sus películas de niña. Esther nota mi nerviosismo y pone una mano sobre mi rodilla para tranquilizarme mientras me dice –¿Por dónde empezamos, qué quieres saber? -¡Todo! – pienso.
Poco se habla de ella, Esther es una gran mujer, campeona de natación, atleta, actriz e inventora del musical acuático, madre de 3 hijos, empresaria de éxito… una vida llena de altibajos, luces y sombras que estoy ansiosa por escucharla narrar.
Esther de pequeña tuviste que superar una enfermedad ¿Piensas que esa adversidad te ayudó a encontrar tu pasión?
De niña me diagnosticaron poliomielitis infantil, una dolencia que afecta a los nervios, causa debilidad, fatiga y dolor muscular. Como terapia me recomendaron la natación y allí surgió el flechazo, me enamoré del agua desde el primer día que me metí en una piscina. Muchas veces en la vida, las cosas malas dan paso a cosas buenas y en mi caso fue descubrir la natación, mi gran pasión.
De hecho, hiciste de todo para poder nadar ¿No es cierto?
Sí, el agua era mi refugio allí me encontraba bien y a salvo, era mi vía de escape en la vida y no estaba dispuesta a renunciar a ella.
En mi casa éramos muchos, no teníamos una economía boyante por lo que no me podían inscribir en un club de natación. Así que les propuse trabajar para ellos como limpiadora, recogiendo toallas… y a cambio me ellos dejaban entrenar. Y funcionó.
¿Entrenar a diario te convirtió en una campeona?
Entrenar a diario me liberó primero de una enfermedad y luego me ayudó a sobrellevar los traumas de mi infancia. Provocados por la muerte de mi hermano mayor cuando yo tenía 8 años y por la violación de un amigo de la familia que abusó de mí siendo jovencita.
El agua siempre ha sido mi refugio, ella me salvó. Ese entreno diario que utilizaba para cuidarme y que disfrutaba muchísimo, me sirvió también para aprender diversos estilos de natación que logré perfeccionar.
Viajar a las reuniones de natación me llevó más allá de mi pequeña ciudad y me dio una pista del emocionante mundo que había fuera de mi propia casa.
¿Cuántas medallas ganaste? ¿Llegaste a ir a los Juegos Olímpicos?
Fui campeona nacional de natación ganando 3 medallas de oro y un puesto en el equipo olímpico. Nadaba mariposa, espalda, relevos, pero mi especialidad eran los 100 metros libres, yo iba a por esa medalla. Pero los Juegos Olímpicos de 1940 en Helsinki, se cancelaron por la Segunda Guerra Mundial, así que yo siempre digo que Hitler me dejó sin medalla olímpica -ríe mientras coge a su pequeño schnauzer Max y lo sube a su regazo para acariciarlo lentamente.
¿Cómo sucedió tu salto de deportista de élite a actriz de la Metro?
En esa época participaba en un espectáculo acuático llamado la Aquacade y de casualidad allí me vio un cazatalentos de la Metro Golden Mayer, que buscaba a una chica con estética Pin Up que pudiera hacer frente al éxito de la patinadora sobre hielo Sonja Henie que se había convertido en la estrella de Century Fox. Yo solo fui una nadadora que tuvo suerte.
¿En Aquacade coincidirías con el nadador Johnny Weissmüller?
Sí trabajamos juntos antes de que él también saltara a la fama por su papel de Tarzán. Trabajar en un espectáculo como Aquacade con agua y música era realmente excitante, ahí aprendí a nadar bonito. Me encantaría decir que ese tiempo fue estupendo, pero para mí no lo fue tanto, trabajar con Johnny se convirtió en una pesadilla, él era como un Dios, tan fuerte, tan alto, tan arrogante… pero no llevaba nada bien que le rechazaran.
Johnny no es que interpretara a Tarzán, él se creía Tarzán -dice riendo sin pizca de rencor.
A partir de ahí empezaste a participar en películas. Tu primer gran éxito fue Escuela de sirenas ¿Qué recuerdos tienes de esa película?
Sí, a los 19 años ya tenía un contrato con la Metro Golden Mayer ¿te lo puedes creer? Lo recuerdo todo cómo una experiencia muy frugal, un día estaba en el instituto y al siguiente tenía un contrato con la Metro. Casi no sabía actuar, trabajé mucho para aprender a ponerme delante de una cámara. Fueron 9 intensos meses en los que gracias a la Metro Golden Mayer University aprendí a bailar, cantar y a actuar.
Escuela de Sirenas fue una película increíble, aunque ya había rodado otras películas con anterioridad, esta fue la que me catapultó a la fama. Fue mi primera superproducción en tecnicolor. La recuerdo como una comedia romántica musical muy divertida, con unas bonitas escenas de ballet acuático que eran la gran novedad. Aunque el rodaje tuvo algunas complicaciones, ya que muchos de los artistas que aparecían en la película eran bailarines profesionales pero no nadadores, lo que hacía que la dificultad en el rodaje se incrementase. Tuve que enseñar a nadar literalmente a muchos de los bailarines, así que podemos decir que trabajé doble como actriz y profesora de natación- ríe a carcajada limpia.
Y con esta película te convertiste en una de las mayores estrellas de la Metro de los años 40 y 50 ¿Verdad?
Me catalogaron como la sirena de los años 40 y les demostré a los de la Metro que cualquier centavo invertido en mí era una inversión de segurísimo retorno.
Mis películas acuáticas tenían tanto éxito que me construyeron una costosa piscina con llamaradas, altísimos géiseres, fuentes y elevadas plataformas que sólo yo me atrevía a saltar.
Recuerdo que cuando vi la piscina pensé: Nunca la fontanería se ha utilizado en forma tan glamurosa– dice con picardía.
Y luego vinieron títulos como Juego de pasiones, La Hija de Neptuno, Easy to wet, Fiesta, En una isla contigo, Take me out to the ball game, Pagan Love Song, Dangerouse when wet…
En mis películas siempre había mucha agua y yo nadaba, bailaba, hacía piruetas y todo mucho antes de que existiera la actual natación sincronizada… Y a todo esto se le sumaban grandes decorados llenos de nenúfares, deliciosos trajes de baño, llamas y chorros de gran altura, además de docenas de bailarines y una música deliciosa creada por el español Xavier Cugat.
Clark Gable fue el primero en llamarme sirena.
¿Todas las escenas las hacías tú, no utilizabas dobles para las escenas peligrosas? ¿Tuviste miedo alguna vez?
Nunca he utilizado dobles, ni para las escenas normales ni para las arriesgadas. En esa época nadie hacía lo que yo hacía. Muy pocos se hubieran atrevido la verdad.
Yo he sido siempre muy disciplinada y aventurera, creía que todo era posible, también he sido muy trabajadora y cada día me dejaba la piel en la piscina, tanto es así que alguna vez estuvo a punto de suceder de forma literal.
En una ocasión, al tirarme de una altísima plataforma a la piscina con un tocado algo pesado noté enseguida al entrar en el agua que algo no iba bien. Me destrocé tres vértebras del cuello. Hubo que parar la grabación durante 6 meses y esperar a mi recuperación, tuve suerte, podría haber muerto o quedado parapléjica.
En otra ocasión estuve a punto de ahogarme al no ser capaz de encontrar la trampilla de salida de la piscina e incluso me rompí los tímpanos más de 5 veces. Pero de lo que más me arrepiento fue de rodar escenas peligrosas estando embarazada, tuve 4 embarazos y perdí a un bebé; no fue culpa del estudio, simplemente algo salió mal, pero en mi estado no debería haber realizado esas inmersiones, ni haber practicado esquí acuático, ni nadar con gran oleaje cerca de unas rocas… Ahora pienso que pasaba muchas horas en el agua y que cada dólar que gané me lo merecí- asiente rotunda la atleta.
Aunque también hubo anécdotas divertidas, cómo cuando me pusieron un traje de baño tan recargado que el peso no me permitía volver a la superficie. Me lo tuve que quitar y salir completamente desnuda de la piscina. Alguien muy discreto se quedaría con esos fotogramas…-sonríe divertida mientras continua acariciando a Max.
En tus películas interpretabas siempre a mujeres fuertes y decididas ¿No era lo normal para la época?
La verdad es que sí, mis personajes no estaban asociados a la vida doméstica tan común en ese momento y tan normal para otras actrices de mi tiempo. Yo siempre interpreté a mujeres decididas que sabían lo que querían y expresaban sus deseos. Mujeres que se movían libremente y se centraban en sus carreras, tratando de lograr el éxito profesional y personal. Solía retratar a mujeres solteras con carrera profesional que no buscaban el romance pero que lo encontraban de casualidad y a veces de mala gana -ríe mientras inclina su cabeza hacia atrás.
Eran personajes libres y valientes, mujeres modernas. Yo no encajaba en un personaje tímido, bobalicón o dubitativo. Más bien mis rolles eran de chica independiente, inteligente y altamente competente.
Nadie había hecho nunca una película sobre natación, así que la inventamos sobre la marcha. Improvisé todos mis propios movimientos bajo el agua.
¿Crees que tus películas están subestimadas? ¿Podríamos decir que lo mismo sucede con tu talento?
Sí lo pienso, mis películas son tratadas como comedias naif, mucha gente piensa que sólo servían para mostrarme a mí en bañador haciendo gala de mis habilidades acuáticas. Pero son unas películas fascinantes, realmente buenas; la música, los ballets, las coreografías, los diálogos y el vestuario eran de primera. Está claro que son comedias, pero son desternillantes, muy locas y glamurosas.
Y con respecto a mí, puede que también mi talento se haya subestimado, a menudo me veían como una mujer hermosa que sabía nadar. Pero no veían todo el trabajo que yo hice para ser buena interprete, creo que yo tenía un talento natural absoluto frente a la cámara poco valorado. Y realicé un buen trabajo en películas dramáticas como Raw Wind in Eden, The Unguarded Moment o The Hoodlum Saint.
¿Fue fácil trabajar para una compañía como la Metro?
No fue todo un camino de rosas, trabajar en unos estudios tan importantes gobernados por hombres siendo mujer fue difícil, pero luché porque se escuchase mi voz.
MGM ganó dinero a mi costa, pero nunca entendió este arte -dice con tristeza y apunta que- hasta la quinta película no conseguí siquiera un coreógrafo ¿increíble, verdad? -dice mientras pone los ojos en blanco y abre sus brazos de par en par- después ya empecé a colaborar con el legendario coreógrafo Busby Berkeley con el que formé un fantástico equipo.
¿Alguna vez te sentiste atrapada por la imagen tan sana que el estudio creó de ti?
Pues sí, eso nos pasó a mí, a Doris Day a Debbie Reynolds… había una tendencia a encasillarte cuando descubrían que algo funcionaba, yo les llevaba guiones más serios que quería hacer y ellos me decían “Si no está roto no lo arregles Esther…” y los acababa haciendo Lana Turner.
Traté de hacer películas en seco y para ello me tuve que ir a Universal, le Metro no supo valorar todas mis cualidades.
De todos los coprotagonistas masculinos con los que trabajaste ¿De quién guardas mejor recuerdo, quién fue tu favorito?
Ingrid Berman me dijo un día “Querida tu coprotagonista era tu traje de baño” ¡Qué dulce! No podía creer que lo dijera. Después le pregunté si había visto mis películas y ella respondió “Oh, sí, me encanta ver tus películas porque nadas tan bien. Y no necesitas un protagonista fuerte como Gary Cooper. Yo sí”– ríe- yo me bastaba sola.
Diré que mi mejor coprotagonista fue el agua -ríe de nuevo- la mayoría de mis coprotagonistas no sabían nadar, a muchos tuve que sostenerlos por la espalda porque se hundían, no podían ni siquiera flotar. Hasta que llegó Fernando Lamas, él era campeón de natación en Argentina y sí sabía nadar. Hicimos una única película juntos Dangerous When Wet pero fue maravilloso, por fin supe lo que sentía Fred Astaire cuando bailaba junto a Ginger Rogers, era simplemente una delicia.
Ahora que has mencionado a Fernando, es el momento de hablar de amores… fuiste una mujer emancipada y trabajadora ¿Cómo llevó eso tu marido?
Cuál de los 4 -sonríe mientras muestra el número 4 en su mano derecha haciendo sonar sus pulseras de oro- Me he casado 4 veces, la primera a los 19 años con un estudiante de medicina. Un hombre listo, guapo, responsable y un poco aburrido. A medida que yo iba creciendo como actriz mi aburrimiento aumentaba y su descontento conmigo también, yo me movía era un mundo muy alejado del suyo.
Mi segundo marido fue Ben Austin Gage, era muy divertido y juvenil justo lo que yo necesitaba después de la oscuridad de Leonard. Además él era de mi sector, era actor, cantante, locutor… entendía mi mundo, con él tuve 3 hijos. Hasta que aquel divertido matrimonio se convirtió en un infierno, Ben resultó ser un inmaduro, una garrapata al que le gustaba vivir de mí, mientras él bebía y se gastaba mi dinero en apuestas e inversiones desastrosas que yo pagaba.
En esa época sonreía bajo el agua haciendo lo imposible y luego volvía a casa a una vida que se desmoronaba a mí alrededor. Después del divorcio me dejó de regalo una importante deuda con Hacienda. Lo pasé muy mal, menos mal que logré salir de ahí -noto como el rictus de Esther se tensa al hablar de este momento de su vida.
Y el tercer marido fue Fernando Lamas, sí el padre de Lorenzo -ríe, sabe que en España Lorenzo es muy famoso por sus anuncios de publicidad de sábanas.
Conocí al guapísimo Fernando en España, nos enamoramos entre Huelva y Sevilla cuando él rodaba su primer trabajo como director. Por eso adoro tanto tu país me trae muy buenos recuerdos- al hablar de Fernando la cara se le ilumina más todavía.
Fernando era nadador, director y actor, teníamos mucho en común, tenía una personalidad magnética y un profundo dolor en su interior, aunque también era un mujeriego y celoso como el demonio. Él me empujó a dejar el cine, me dijo “¿Puedes dejar de ser Esther Williams?” yo dije que sí, dejé de ser Esther Williams para convertirme en un ama de casa. Fernando me ofrecía seguridad, pero el precio que pagué fue muy alto. Abandoné mi carrera y a mis 3 hijos a los que prácticamente veía a escondidas.
Ahora me arrepiento, hoy no habría actuado así, pero era otra época y yo estaba enamorada- dice mientras un rayo de tristeza ensombrece su mirada.
Mi amiga Shirley MacLaine me llamó al enterarse de la muerte de Fernando y me dijo “Por fin puedes salir de casa” y yo pensé así es. Salí de mi encierro y de mi pacatez en busca del tiempo perdido.
La cuarta vez que me casé fue con Edward Bel, actor y profesor de literatura francesa, un buen tipo y el mejor de todos mis maridos, al final todo llega -dice sonriente mientras me giña un ojo.
Lo que el público espera y lo que es saludable para un individuo son dos cosas muy diferentes.
¿Fue el momento en el que te reinventaste en empresaria?
Tras mis años de matrimonio con Fernando me di cuenta de que me había quedado sin trabajo, así que me reinventé. Nunca es tarde para reinventarse y yo tenía el suficiente sentido comercial para darme cuenta de que debía aprovechar mi reputación en Hollywood.
Presté mi nombre a una conocida marca de piscinas Esther Williams Pools, abrí mis propios centros dedicados a enseñar natación a niños con problemas de salud y puse en marcha una colección de productos y de trajes de baño que todavía a día de hoy tienen mucho éxito.
Esther me propone continuar la entrevista a remojo en la piscina, su hábitat natural. Aún con 91 años nada cada día y hoy no iba a ser menos. Pasamos de su comedor al jardín por una gran cristalera, en el centro del patio se encuentra una gran piscina. Mientras nos ponemos el bañador Esther no deja de charlar ni un minuto conmigo, es muy abierta y su conversación muy animada. Una vez cambiadas entramos en la piscina, Max también se apunta. Ella no se resiste a hacer unos largos antes de volver a la parte menos profunda para sentadas en los escalones retomar la entrevista. Es una gozada verla, soy consciente de que estoy viviendo un momento único que recordaré toda mi vida.
Esther, además de ser actriz y empresaria, también ayudaste a impulsar la natación competitiva y la sincronizada ¿Qué nos puedes decir de esto?
Pienso que los nadadores sincronizados son grandes atletas, tienen que saber ballet primero y hacer sus rutinas de ejercicios en tierra firme, luego tienen que saber nadar y contener la respiración durante largos periodos de tiempo mientras realizan una actividad extenuante.
Yo gravé vídeos para aprender a nadar, en mis centros impartí clases y también colaboré esponsorizando a equipos. Puede ser que mi popularidad y mi presencia en torno a la natación sincronizada hizo que hubiera un gran crecimiento de este deporte en mi país. También mi calidad en los movimientos en el agua hizo que los nadadores progresaran técnicamente mucho más. Siempre luché para que esta modalidad fuera incluida como deporte olímpico; poco a poco fuimos consiguiendo regularizaciones y la aparición en programas oficiales, hasta que por fin en 1973 logramos que un campeonato mundial incluyera 3 modalidades de natación sincronizada, sólo, dúo y equipo. Fue toda una victoria. Siempre me he sentido orgullosa de ser una fuente de inspiración y la madrina de este deporte. En cierto modo le devolví a la natación todo lo que ella me dio.
También ejerciste de comentarista en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984 ¿Qué tal fue la experiencia?
Fue una de las cosas más bonitas, emocionantes y emotivas que he hecho. Poder narrar a los espectadores todos los movimientos, las figuras, la técnica y comentar los diferentes entresijos de esta natación tan artística, justo en el año en el que esta disciplina debutó como deporte olímpico fue un sueño hecho realidad y más poder hacerlo en casa. Fue emocionante, todo un honor y un gran reconocimiento para este deporte.
Tus dotes con la natación son obvias, pero muchos amigos tuyos también destacan otro de tus talentos la cocina. ¿Cuáles piensas que son tus dones y tus torpezas?
¿Quién te ha dicho eso, Cary Grant, Donna Reed, Cyd Charisse o Ricardo Montalbán? -ríe a mandíbula batiente mientras juguetea con el agua.
Tengo la suerte de tener muy buenos amigos dentro y fuera del mundo del cine y no me extraña que digan eso. Estuve muchos años ejerciendo de ama de casa, así que mi creatividad la volqué en la cocina. Me encanta cocinar, mezclar ingredientes y jugar con los sabores. Recibir a amigos en casa, preparar la mesa, decorarla con velas y flores, poner la vajilla, elegir un bonito mantel y una bonita cristalería… en definitiva pasar un rato agradable. Mis amigos son muy generosos por alabar mi cocina.
Pero creo que mi talento innato en mi es mi amabilidad y mi actitud siempre alegre y tal vez mi torpeza más sufrida por todos es mi impuntualidad siempre llego tarde -sonríe ruborizada- incluso a ti te he hecho esperar y eso que venías a mi casa -dice mientras salpica de agua a su perro Max.
La sabiduría adquirida con el paso del tiempo es un regalo inútil a menos que lo compartas.
Has mencionado a Cary Grant, él fue la persona que te recomendó probar el LSD. Me interesa saber ¿Porqué tomaste esta droga, no pareces el tipo de persona que toma estupefacientes?
Tienes razón al sorprenderte, ya que este acto revela aspectos de mi personalidad nada acordes con mi imagen de mujer conservadora y republicana.
Cary y yo nos conocíamos del ambiente actoral, habíamos coincidido en cenas y en los estudios, pero por aquel entonces todavía no éramos amigos íntimos. Un día leí una entrevista suya en la que decía que gracias a tomar LSD ya no tenía más tristeza, que esta droga le había cambiado la vida, que era feliz y que se había recuperado de sus problemas psicológicos. Así que le llamé y le pregunté si me podía ayudar.
Me dijo “Hace falta mucho coraje para tomar esta droga, puede que no quieras hacerlo cuando te cuente cómo es, porque es una tremenda sacudida para tu mente. Algunas personas no reaccionan bien a ella en absoluto” Pero Cary entendió lo desesperada que estaba, llamó a su médico y pidió una cita para mí.
Probé el LSD en 1959 antes de ser declarada una droga ilegal. En un momento en el que algunos terapeutas en Hollywood utilizaban los viajes de ácido para ayudar a sus pacientes a aceptar sus traumas. Yo lo usé como parte de una terapia para ordenar mi interior y hacer frente a mis traumas.
El LSD me pareció un psicoanálisis instantáneo. Con los ojos cerrados, sentí que la tensión y la resistencia se aliviaban a medida que el alucinógeno recorría mi cuerpo. Entonces, sin previo aviso, fui directa al lugar donde se encontraba el dolor en mi psique. Lo primero que vi fue el rostro de mi padre el día que murió mi hermano Stanton. Me di cuenta que desde su muerte yo tuve que ocupar el lugar de mi hermano para sacar a mi familia adelante, cuando Staton murió lo acogí tan plenamente en mi vida que se convirtió en parte de mí. Sin duda fue el viaje más asombroso de mi vida.
No estoy a favor de las drogas, nunca he sido consumidora habitual de sustancias yo he sido deportista. Soy consciente de que siempre se ha hablado mal del LSD, pero mi experiencia fue otra. Personas como Cary o yo encontramos la experiencia esclarecedora y reveladora, experimentando múltiples beneficios en nuestras vidas.
¿Podemos decir que has sido una pionera en muchas cosas?
Sí fui una de las primeras en probar el LSD, también fui de las primeras en aprender a nadar como lo hacían los hombres, fui la creadora del musical acuático y la primera en bailar bajo el agua. También fui la primera en llevar maquillaje waterproof, en recibir ingresos independientes de los patrocinios, en utilizar mi nombre para crear una marca y en crear mi propia línea de trajes de baño. Además, fui de las primeras en divorciarme y la madrina de la natación artística. Si lo miro así, la verdad es que son muchas cosas -mira a su perro Max como buscando confirmación, se introduce en el agua para dar un par de brazadas.
¿Quién es realmente Esther Williams?
Esther es muchas cosas diferentes, es la quinta hija de una familia humilde que tuvo que esforzarse mucho para complacer y ayudar a su familia. Esther es una nadadora profesional, es actriz, la gente me recuerda como una estrella de cine o la Pin Up de una época, pero también soy una empresaria, una comentarista, la perfecta ama de casa, la reina del glamour, una bailarina, una atleta, la sirena de América, un mito erótico… aunque me siento más hermana, hija, esposa, amiga y sobre todo madre.
Quizá detrás de mi fachada pública alegre y jovial, he sido una mujer con un profundo dolor emocional, tierna y muy luchadora.
Hablando de luchadora en 2007 sufriste un derrame cerebral ¿Cómo conseguiste salir de ello? ¿Fue un momento determinante para empezar a escribir tus memorias?
Siempre he mantenido mi determinación, he trabajado mucho, me he cuidado y he encontrado una manera de sobrevivir.
Fue debido a este gran susto que tomé la decisión de hablar de mis memorias. Quise contar mi verdad, mi vida desde mi punto de vista, no lo que los tabloides decían sobre mí. Escribir esta autobiografía ha sido una terapia, me puse en sintonía con muchas cosas que creía haber olvidado. Ha sido una catarsis, me he reconciliado conmigo misma, me he perdonado y estoy en paz, así que ahora ya me puedo ir tranquilamente, antes no era el momento -ríe.
María ha preparado el almuerzo en la mesa del porche frente a la piscina, damos por terminada la entrevista y salimos del agua. La comida se produce entre risas y anécdotas.
Ha sido un sueño conocerla y pasar la mañana en su casa. Esther es maravillosa, atrevida, preciosa, inteligente y sobre todo talentosa. Una mujer carismática con un gran sentido del humor. Una de las grandes protagonistas del deporte femenino del siglo XX que ha roto barreras y ha trascendido influyendo enormemente en las nuevas generaciones.
Poco después de la entrevista en su casa, el 6 de junio de 2013 soy conocedora de su muerte. Una profunda pena me invade. Ese mismo día por la mañana Esther se había dado el último baño en la piscina de su casa.
Así es como yo quiero recordarla, rodeada de agua, con su actitud alegre y su amabilidad innata, su glamour y delicadeza, pero sobre todo su gran calidad humana.
Doy las gracias por nuestro bonito encuentro para hablar de las luces y las sombras de su vida, por poder ver sus mágicas películas y seguir disfrutando con ella y de su hermosa sonrisa que nos hace sentir bien al verla.
En homenaje a Esther Williams.
Gracias sirena,